Amigos invisibles,
Cualquier venezolano digno de su origen vela hoy, con la doble tristeza de las lágrimas no lloradas oportunamente, al maestro Jesús Rafael Soto. Soto ha muerto el viernes pasado en su residencia parisina y ha sido enterrado, junto a figuras tan importantes como Julio Cortázar, en esa suerte de Elíseo artístico moderno que es el cementerio de Montparnasse.
No hace siquiera 12 horas que, estando en el estudio de Sigfredo, hablaba con él a profundidad (quizás por primera vez) de la obra de Soto. Evidentemente, en este momento estoy corto de palabras y simplemente las encuentro innecesarias: lo que se quiera decir de Soto ya ha sido dicho en todos los medios desde antes de yo nacer.
Curiosamente, el artista plástico de mayor proyección internacional que ha producido estas tierras Orinoquias emigró de Venezuela en 1950, haciendo de París su tierra elegida para la posteridad. Aquellos que me conocen, saben que en mí el nacionalismo es bastante estéril, por lo que aplaudo su temprana decisión de radicarse en tierras donde su nombre y nuestra bandera pudieran florecer en vibrante comunión gracias a su obra.
Larga vida allá en el cielo maestro, que la de acá será por siempre eterna.
Thursday, January 20, 2005
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